Las últimas veces que fuiste a Caracas nuestras mañanas coincidían. Cuando yo salía para la universidad, tú ya estabas listo con tu flux y tu corbata en el porche de mi abuela, listo para dar una vuelta por el jardín, o esperando a que Ota te viniera a buscar. Tú oías unos pasos, te volteabas, me saludabas, nos saludábamos, yo me iba a la universidad y tú a pasear. Un día no te volteaste, no te diste cuenta que yo estaba detrás de ti. Fue mejor así, pude presenciar un ritual creo que bastante íntimo de tu vida. Vi que le dabas un beso a algo que tenías en la mano, me acerqué más, tú no sabias que yo estaba ahí, lo que besabas era la foto de tu Italia, tu esposa, no se si también la de Carlitos. Decidí retroceder, hacer un poco de ruido, algo tan privado no debía ser interrumpido. Te saludé y me fui a la universidad, en los próximos días iba en silencio para ver si el ritual se repetía. Todos los días se repetía, y todos esos días me fui a la universidad pensando en encontrar a alguien y querer después de tantos años seguir besando su foto, debe ser un amor inexplicable. Gracias por confirmarme que las historias de los grandes amores no sólo ocurren en libros sino también en la vida real.
Te quiero mucho, tu sobrina nieta, María Paola.
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