Mi Tío Camillo: El Conde de Monte Cristo
Conmemorando los cien años, tu primera centuria, Tío, ¡Bravo!
Creo que el comentario más oído de todos los que te conocen, es “Ojala, yo llegara así a los noventa y pico”. Algo realmente impresionante que sucedió en su penúltimo viaje: yo estaba asomado en la ventana de la biblioteca y el Tío Camillo iba por el caminito a visitar a Diego, subió las escaleras antes de la reja, pero como no pudo abrir la puerta, se devolvió, en el segundo paso se cayó de platanazo escalera abajo, y yo pensé, “hasta aquí llegó, se mató el tío Camillo” lo más impresionante es que casi al final de la caída él ha puesto las manos, los brazos y las piernas como en posición de corredor. Luego con un solo movimiento de caída y salto hacia adelante, el tío siguió caminando como si nada, ni se miro las manos que deberían al menos estar rasguñadas.
Creo que el secreto del Conde, El Conde de Montecristo, así le decimos jocosamente, Leonor y yo, porque siempre está vestido muy elegante de traje. Uno de los rasgos de la personalidad del Tío Camillo es lo rochelero que es, que siempre tiene la chispa, el chiste y el humor a flor de piel. Muchos se preguntan ¿cuál es su secreto? Bueno yo les voy a decir lo que yo creo, es muy sencillo: conservarse en alcohol. Sólo una botellita de Cacique al día, es la justa medida. Otra cosa, ser disciplinado, todos los días hacer las mismas tareas, leer el periódico para estar al día. Otro truco, es comer bien, tener quien te cuide, y te haga tus comiditas sanas (Elsi) y ser solvente -muy importante- porque creo que nada envejece más que la preocupación de no poder asumir gastos.
No estoy muy seguro de cuando conocí al Tío Camillo, o mejor dicho, desde cuando él me conoce a mí. Aunque a quien debemos mencionar es a la Tía Italia. Mis primeros contactos con la Tía Italia y el Tío Camillo son de muy pequeño. Cuando vivía en Caracas a mis tres años de edad o menos, ella siempre fue muy cariñosa y divertida conmigo, me dio mucha impresión la primera vez que descubrí que ella usaba una plancha para los dientes y las ponía en un vasito. Lo que me impresionó mucho y a ella también. Después de mi asombro recuerdo que se me vino encima haciéndome sustos y haciendo como si me fuera a comer (sin los dientes), fue algo divertido, y siempre lo recuerdo con mucho cariño. Aunque de lo siguiente recuerdo poco, pero mi mama me cuenta que absolutamente en contra de su voluntad la Tía Italia me enseñó a montar bicicleta en el callejón, habilidad que me acompañó por el resto de mi infancia llena de tremenduras y golpes. Mi mamá le reclamaba a la Tía Italia porque yo cada día tenía morados nuevos, recuerdo que la tía Italia me mandó a mentir diciendo: que le dijera a mi mama que yo me los había hecho jugando pero no montando bici.
Conversando con él, me ha dicho siempre que aprenda a tener más paciencia. Virtud cultivada, a lo mejor, después de sus cuatro años en las montañas de la India como prisionero de guerra en la segunda guerra mundial por los ingleses, quienes siempre lo trataron con respeto.
El Tío Camillo me ha dejado algunas enseñanzas importantes, a veces pienso que siendo tan ecuánime y justo, tiene un pensamiento similar a Descartes, filósofo que admiro. A veces me asombraba y hasta molestaba que no fuera ni un poquito radical, no acepta que se hable mal de nadie, ni en el plano político nacional, ni en el internacional, siempre recordándonos que nadie es completamente bueno, ni completamente malo, todos somos “café con leche”. (Ying and Yang)
Aire frito, una de mis preferidas, es la que él dice para acabar con la habladera de tonterías, ”eso es Aire Frito” una expresión italiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario