Introducción

Camillo Tosti cumple 100 años!

¡Éste es el gran acontecimiento del 10 de enero del 2012!

He querido hacerle un homenaje invitando a todo sus familiares y amigos a que le escriban. No se trata de los sólitos buenos deseos de cumpleaños pues comprenderán que al que tiene 3 cifras en su edad no se le puede felicitar igual.

Es sobre las vivencias que hemos tenido con él. Es el Camillo en todas sus edades, casi (no he encontrado quien lo conozca de niño) y que está vivo en la memoria de quienes lo conocemos como si todos los momentos de su vida estuvieran juntos, reunidos en el presente.

Myriam Mercedes

sábado, 24 de diciembre de 2011

Alicia Alamo Bartolomé (amiga)

Camillo, Formula Uno

No sé cuando conocí a Camillo Tosti, pero deber haber sido hacia 1952 cuando mi hermano Antonio se casó con su cuñada Myriam. Nos debemos haber visto en la boda, digo, si él e Italia vinieron de Roma para ésta. De eso hace 60 años, luego, él vigoroso centenario de hoy estaba entonces en la plenitud de sus 40 años. Sin embargo, no reparé en él realmente sino dos años después, cuando hice mi primer viaje a Europa con mamá y mi hermana Berenice. Tuve la osadía de comprar un automóvil francés que me entregaron en Hendaye y atravesé Francia, Suiza e Italia hasta llegar a Roma, manejando yo sola porque mis acompañantes no sabían conducir.

Llegué a la capital de la cristiandad bastante cansada, lo cual no fue óbice para que en uno de los primeros domingos de junio nos animáramos a ir a Ostia con la pareja Tosti Cupello y los padres de ella, Salvador y Josefa Cupello, de visita también en Italia. Como teníamos dos vehículos pequeños, yo conducía el mío tras el de Camillo que me indicaba el camino.

¡Ah, pero yo no contaba con el vértigo de velocidad de los italianos! Íbamos por la autopista y yo sólo veía desesperadamente la placa del auto de Camillo que iba como un auténtico bólido de la Fórmula 1. De repente me dije:

Alicia, tú viniste a conocer este país y disfrutar de su arte y sus paisajes, no a matarte estúpidamente en una de sus vías, ¡ya! Reduje la velocidad. Reparé que a mi lado pasaban prácticamente familias completas en una pequeña moto Vespa a la misma velocidad de Camillo, ¡qué bárbara audacia! Por supuesto, a él lo perdí de vista.

Liberada de la inusual carrera, miré hacia los bordes de la ruta y disfruté el país bajo la luminosidad esplendorosa del verano. En Ostia nos reencontramos en un café frente al mar. Hermosa tarde que ya se hizo noche en el pasado. Ni Camillo ni yo podemos ahora andar corriendo por esos mundos de Dios, pero persiste lo principal: una sólida relación de cariño. ¡Feliz cumpleaños, Camillo!

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