La primera vez que fui a Roma tenía 14 años y recuerdo que siempre ponían de primer plato pasta en el almuerzo. La comida de la tía Italia era riquísima, espectacular, todavía sueño con el rollo de ricotta y espinaca, y con la ternera que hacia con leche, una maravilla. A los 3 días de llegar a Roma, y todos ustedes saben el gusto que tengo por la comida, el tío Camillo me pregunto: Silvia pero tú comes queso con pasta o pasta con queso? Y yo, que me sentía que venia del otro continente, me daba muchísima vergüenza que mi tío pensara que los italianos venezolanos no sabíamos comer pasta. Desde ese día ya no como queso con pasta sino pasta con un poquito de queso.
Otra de las muchas penas que pase con el tío Camillo fue cuando viví con ellos cuando tenía como 20 años. Mi tío Camillo religiosamente cerraba las puertas y ponía las alarmas de la casa a las 9 de la noche, eso significaba que no podía salir con mis amigos hasta tarde y si lo hacía no podía entrar de nuevo a la casa. Termine viviendo prácticamente en casa de Guillermina, porque si no, no podía salir.
También cuando Cristóbal era chiquito lo buscaba para ir a ver los juegos de futbol y nunca faltaba su clásica cervecita todos los dias a las 11am en mi casa.
La primera ranchera que oí en mi vida la oí en casa del tío Camillo y se la oí a él: “me he de comer esa tuna, aunque me espine la mano!” El tío Camillo cantando rancheras con un vaso de ron en su escritorio lleno de espadas, es una imagen que nunca olvidare.
Y me encantaba la pareja que tenían mi tía Italia y mi tío Camillo, ella siempre le agarraba la mano.
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