Querido tío Camilo,
Son tantos los años de conocerte que ya perdí la cuenta y de todas formas ¿qué tanto importa esto último, cuando se trata de conmemorar tu centésimo cumpleaños?
Cien años…un siglo…diez decenios…veinte lustros… Se dicen fácilmente, cuando en realidad su desglose de sucesos daría para llenar de punta a punta y a doble espacio las páginas de múltiples volúmenes sobre “Las aventuras de Camilo”… el esposo, el padre, el amigo, el tío, el pariente el amigo, el profesional…etc, etc, etc…
¡Qué vida tan interesante la tuya! Tan interesante ha sido que se merece una medalla de oro…y por la forma elegante, fiel a los principios, bondadosa, culta, honorable y elegante como la has vivido, esa misma medalla de oro merece ser enriquecida con platino y piedras preciosas, muchas, muchas de ellas, dignas de los tesoros que Aladino encontrara otrora en la famosa cueva que cambió su destino.
No sé cuántos destinos hayas cambiado durante tu recorrido, tío Camilo. Lo que sí sé es la profunda huella que has dejado en mí. Una huella profunda, tan profunda que a pesar de casi nunca verte y de vivir tan lejos, siempre te pienso con entrañable cariño y admiración.
Gracias por tu amistad y por tu buen ejemplo. Eres el modelo perfecto a emular en los años por venir, que espero que sean muchos, tanto para ti, como para todos los que tenemos el privilegio de disfrutarte.
Con mucho cariño y mis mejores deseos,
Carmencita Gómez
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