El tío Camillo:
Aunque soy un sobrino asimilado, quiero expresar mi afecto y agradecimiento.
Los conocí a él y a Italia (hasta donde tengo conciencia, porque quizás los haya visto antes en Maracaibo) cuando hacía mi postgrado en Roma. Visitaba casi simultáneamente a los Tosti y al embajador Leandro Mora que estaban en el mismo edificio de Via Mangili. También nos veíamos con ocasión de los partidos de tenis que jugamos Carlitos y yo. Recuerdo que Angelina me dijo después (muchas veces) que no había conocido dos personas de mejor carácter que Italia y Marujita (mi mamá).
Y en dos ocasiones de mucha importancia para mí (la beatificación y la canonización de san Josemaría Escrivá), el tío Camillo tuvo la gentileza de hospedarme en su casa. La segunda vez, el hospedaje incluyó también a mi madre. Allí pudimos tener algunas conversaciones memorables, salpicadas por las eventuales apariciones de la vivaz Monica.
En el continuado trato que hemos tenido con sus visitas a Caracas, el contraste entre su primera y concentrada reserva y su siguiente risueña expansión hacen de él un gran conversador, siempre atento y amable.
Al tío Camillo se le quiere, como dicen los cubanos, y eso no es nada difícil.
Rezamos por él y damos a Dios gracias por él.
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