Para escribir estas letras sobre Camillo Tosti voy a hacer memoria, a trasladarme en el tiempo a 1959, cuando yo estudiaba los últimos años de liceo en el Liceo Istituto Cabrini, en Roma,Via Ulisse Aldovrandi: prácticamente a dos cuadras del apartamento en donde vivía la familia Tosti Cupello.
Mis padres, Joaquín y Yone Díaz González eran amigos de los Tosti Cupello, de manera especial mi mamá era muy allegada a Italia. Fue así que mi hermana y yo conocimos a Carlos, nos veíamos en las fiestas de amigos comunes, que en Roma, y en esa época, eran muy lucidas y bellas.
Luego la vida, como a menudo ocurre, nos llevó a países y a quehaceres distintos y distantes...
Y llegaron los años 90; y aquí en Caracas en la esplendida casa de los Rísquez Cupello, en una fiesta en que se celebraban los cumpleaños de Myriam Cupello y de Camillo, yo, de reciente casada con Ricardo H. Bello Pena, allí, después de tantos años, tuve el gusto de volver a ver a Camillo.
La elegancia de su porte, la finura de su persona, su mirada atenta, a veces pícara, siempre viva: todo permanecía tal cual yo lo tenía en mi memoria. Y... ¿qué decir de su conversación? aun cautivadora y pintoresca siempre logra llevar de la mano al interlocutor hasta la escena viva de los acontecimientos que él va relatando.
Pero hay otro aspecto de su personalidad de manera especial encantadora, y es su ser galante fino y atento, caballero ideal para transcurrir unos momentos de dialogo interesante y ameno.
Son estos solamente pocos recuerdos pero que hablan de mi gran admiración hacia él: me halaga ser amiga y testigo de una persona tan especial como lo es nuestro querido Camillo.
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