Hoy fue el primer día de las hallacas, la elaboración del guiso. Todos los años las hago con Carmina. Generalmente nos la pasamos peleando porque somos muy distintas y si una opina que debe hacer esto la otra opina lo contrario. Esta vez no discutimos –casi- en vez Carmina me pidió que redactara por ella este escrito para el tío Camillo. Pero hacerme pasar por Carmina es hasta cómico, porque ponerme en la forma de pensar de ella me da risa. No hay manera, somos demasiado distintas.
Pero lo que me contó es más o menos así. Ella dice que conoció al tío Camillo por primera vez cuando todavía era novia del Ñao en una cena, cree que en casa de Francisco y Diana. Como Carmina es una persona pulcra que le gusta tener su casa impecable, pues lo primero que notó fue que el tío Camillo era derechito con los zapatos perfectamente pulidos y que no perdía la compostura por nada.
La otra característica de ella es que le da mucha importancia a la calidad humana de las personas. Si alguien demuestra alguna falta en ese sentido, que se agarre, porque el deslave de Vargas es poca catástrofe al lado de la reacción que ella pueda tener. Y el tío Camillo le habló sobre la tolerancia en las relaciones con los demás. Sus palabras nunca se le olvidaron.
-Si Ñao tu marido prende la luz en la mitad de la noche, le dijo, y eso te incomoda, es mejor no darle importancia, dejarlo pasar. En la guerra además de la tensión de sentir que puedes morir en cualquier momento, pasas días sin bañarte, o durmiendo sobre la tierra, le dijo. Así que molestarse por esa clase de tonterías es una estupidez-
Hay otra cosa más que le llama la atención y ahí no somos distintas, tal vez en ese aspecto todas las mujeres seamos iguales. Cuando se encuentran, Camillo la hace sentir como la mujer más importante, diciéndole que es bonita o haciéndole un comentario halagador. Ese es mi tío Camillo ¡el conquistador!
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